Bogotá, 2.600 metros más cerca de las estrellas
- Daniela
- 24 ago 2017
- 3 Min. de lectura
Utilizando como título el eslogan creado en 2008 para promocionar e invitar a visitar la bella ciudad que me vio nacer, empiezo esta entrada contándoles que un amigo me hizo caer en cuenta de que he hablado de varias ciudades que visité durante mi viaje y no me he detenido a hablarles de la capital en la que me encuentro actualmente.
Bogotá, Bogotá.
Fuente: Universes in Universe
Para todos aquellos que nunca la han visitado, quiero contarles que no es tarea fácil explicar todas las emociones (buenas y malas) que los bogotanos y conciudadanos de otros lugares del país y del mundo, vivimos día a día.
Desde que nos despertamos, no la entendemos.
No quiero generalizar, pero creería (y díganme los que la conocen si me equivoco) que así es. En serio, si cuando abrimos los ojos en la mañana hace sol, en la tarde seguramente va a llover y viceversa.
El clima en la ciudad ha cambiado significativamente en las últimas décadas, y si antes nuestros abuelos y tatarabuelos salían preparadísimos para el frío y la lluvia, hoy tenemos que salir a la calle cual cebollas, con mil capas de ropa, por si ese día le da el caprichito de copiarse del clima hondeño (Honda es una de las ciudades más calientes del país) o del de un mismísimo páramo congelado.
A pesar de esto, amamos la Bogotá fría y caliente por igual.
Seguramente, algunos deben estar pensando “esta vieja está loca” porque no les gusta el frío o el calor, pero si se ponen a pensar, los días fríos aprovechamos para comentar lo rico que sería estar arrunchado en la cama viendo películas, si es que no andamos ya en esas.
(Para los que no saben, arruncharse es acurrucarse o acostarse en cama abrazado a su pareja, mascota, oso de peluche, etc., para ver televisión, escuchar música o dormir.)
Pero, cuando hace calor, no es de extrañar ver a la gente en la calle, parques y lugares al aire libre quejándose del calor pero, disfrutando en compañía de amigos o familiares.
Es más, para mí no existe un mejor plan tardeado en Bogotá que salir al parque de la 93 cuando hace sol a sentarme el pasto mientras me como un helado o, en su defecto, a un rooftop o a un pub a tomarme una cerveza helada.
En realidad, en la ciudad hay muchos lugares a dónde ir.
Los domingos, por ejemplo, disfruto mucho salir a almorzar con mi familia y ver otras familias, parejas y/o amigos, aprovechando el pre-lunes; afortunadamente, la ciudad cuenta con una gran oferta gastronómica que se reparte equitativamente por diferentes zonas de la ciudad.
Desde el centro, hasta las afueras de la ciudad, se pueden encontrar restaurantes especializados, o no, en todo tipo de comida. Y, como siempre hay que ver el vaso medio lleno, a pesar de que todo está teteado (muy lleno) es un gran día para disfrutar y compartir.
Gustándome todos los días de la semana (últimamente, por lo menos), para mí y creo que para todos, el fin de semana se gana el premio por los mejores días y planes. Si quiere rumba, hay rumba. Si quiere plan relax, hay plan relax. Si no quiere nada, se le dan dos tazas.
Jajaja, mentiras.
Realmente en Bogotá, independientemente del plan que esté buscando, lo encuentra. Y, aunque no sea fin de semana, si lo busca bien, seguro lo encuentra también.
No me cabe la menor duda, de que en Madrid también encontraré una gran oferta gastronómica, cultural y un clima menos loco al de acá., pero es imposible comparar la ricura tropical de mi país y mi linda ciudad con la… ¿no sé qué europea de allá?
Venga, que seguro llego hasta bailando flamenco y hablando por el móvil (crucemos los dedos pa’ que no sea así), pero no voy a dejar de extrañar los planes, la música, el clima bipolar y hasta el tráfico de mi ciudad… miento, este último definitivamente no.
No quiero extenderme mucho en esta entrada porque, estoy más que segura de que estando en Madrid, escribiré más sobre todo lo que me va estar haciendo falta de mi país, mi gente y mi ciudad.
Así, los dejo acá.
Peace out!
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