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Cassis <3

  • Foto del escritor: Daniela Cuesta Tarditi
    Daniela Cuesta Tarditi
  • 10 ago 2017
  • 2 Min. de lectura

Heyy! ¡Que cool que hayan decidido leer esta entrada!

Empecemos.

Buscando en internet a dónde podríamos ir, nos cruzamos con información sobre Cassis, una pequeña ciudad portera donde las playas, decían, eran increíbles. Averiguamos cómo irnos y cuánto nos costaría, y al día siguiente estábamos partiendo para allá.

Llegamos a una estación dónde debíamos esperar el siguiente bus que nos llevaría al corazón de la ciudad. El trayecto fue muy agradable, hacía sol y la carretera, entre árboles verdes y casas espectaculares, nos tenía encantadas. Además, la emoción por llegar por fin a esa playa tan paradisíaca nos tenía ansiosas.

Por fin, llegamos al centro, de dónde caminamos un poco por el puerto y luego nos dirigimos a la playa.

¿Vieron ese espectáculo? Justo después de ese video, Camila y yo prácticamente nos bajamos corriendo a la playa, donde había unas cuatro personas más bronceándose entre las piedras. Sí. Las piedras.

Las playas europeas, no todas pero muchas de ellas, no son como las conocemos en Colombia. No tienen arena sino piedras, PERO el agua es completamente cristalina, así que como dice el dicho: unas por otras.

Después de acomodarnos, sacamos nuestro sanduchito para almorzar y nos aplastamos un buen rato a tomar el sol. Cuando ya estábamos muriendo del calor decidimos meternos al mar.

QUE FRÍO TAN BERRACO.

Dios mío. No se imaginan lo que es meterse al Mediterráneo cuando uno está acostumbrado a la sopa del Mar Caribe. Literalmente, es tan frío que uno siente que el agua corta y es todo un sufrimiento llegar a la parte donde (¡Finally!) uno cabe de pies a cabeza sin necesidad de acurrucar las piernas.

Congeladas, nadamos un buen rato y después de unos minutos nos salimos.

Este día, literalmente hablando, fue el único día en el que decidimos descansar, por lo menos hasta que volvimos a encontrarnos en Darmstatd, (después les contaré) y estuvo increíble. Con todos los trotes que implica un viaje, de mochilero y en tren, necesitábamos recargar energías para lo que venía, y qué mejor forma de hacerlo que en el mar.

Sin ningún tipo de estrés, estuvimos otro rato “broncéandonos” y cuando nos dimos cuenta de la hora, nos toco salir corriendo a tomar el siguiente bus para volver, con toda la nostalgia del mundo, a Marseille.

Recomendación: ¡por favor, si tienen la oportunidad de hacerlo, vayan a Cassis! Es una ciudad pequeña pero increíble donde uno se siente tranquilo y sin preocupaciones. Si lo que quieren es despejarse de todo el turismo, las hordas de gente corriendo de un lado a otro y el ruido de la ciudad, los carros y los pitos, este es el lugar ideal para hacerlo.

Para finalizar esta entrada, sé que en Cassis hay unos recorridos por tres calanques (…) diferentes, pero uno debe ir preparado con toda la pinta deportiva porque estos son a pie, por trochas, subidas y bajadas.

Dicen que vale la pena, así que lo tengo en mi To Do List para un futuro viaje por allá.

Y a ustedes, ¿qué lugares les gustaría visitar?

Peace out!


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Comunicadora Social con énfasis en Publicidad de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. 

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